SHEEBA

SHEEBA

Siempre había querido salir de Naru, a un lugar que no tuviera nada que ver. A algún lugar cerca del mar, junto a todas aquellas barquitas pesqueras en donde los hombres pescaban de noche y las mujeres lo vendían en el mercado por el día.

Y sin embargo ahí estaba yo, para mi desgracia, en un calabozo, lejos de Naru, atada de pies y manos con unos grilletes tan gruesos que me costaba levantar los brazos y mover las piernas, o al menos eso es lo que pude distinguir cuando abrí los ojos, bueno eso y que tenia la boca hinchada, seguramente por uno de los tantos golpes que me dieron el día anterior en la lucha contra aquellos barbaros intrusos que quisieron apoderarse de nuestra pequeña aldea.

La celda era bastante oscura, toda de piedra negra y mohosa. En una de las paredes había una tabla de madera sujeta con cadenas a la pared, y por encima de esta había una pequeña ranura con un barrote en medio que podría decirse que imitaba a una pequeña ventana.

En la otra parte de la habitación, había una montaña de paja y la pared del lado opuesto de la pared de la cama lo formaban barrotes, lo suficientemente gruesos para que ni un gigante pudiese doblarlos para salir. Aun no habiendo pared, no entraba nada de luz en aquel oscuro calabozo.

El pasillo de las celdas también era de piedra negra y en frente de mi celda había una placa que no conseguía distinguir lo que estaba inscrito por la oscuridad que me rodeaba.

Cuando recobre algo mas la conciencia, fui hacia la ventana para descubrir donde estaba, o tener algún punto que me sirviera de referencia. Tan solo vi una plaza con puestos de mercado y una tarima en el centro de esta que servia para castigar a la gente por sus males, mediante el ahorcamiento. Después de esta imagen me imaginé mi efímero futuro si seguía en aquel calabozo, y me limite a no pensar en nada más que no fuera salir de allí.

Al poco rato, después de estar maquinando algo que me sacara de allí, oí pasos que bajaban las escaleras hacia el pasillo de los calabozos, y vi acercarse la calida lumbre de una antorcha, entonces pude distinguir que ponía en aquella placa: “Aquí residen los presos del rey y Dios Galahad, elfo oscuro y gran hechicero de la magia negra, capturados por la cobardía y traición a su señor…”, el resto, no lo quise seguir leyendo

por la prepotencia que emanaba.

Los pasos cesaron y delante de mi celda aparecieron dos figuras grandísimas del tamaño de los bárbaros, uno llevaba una bandeja con comida, agua y en la otra mano ropa seca, y el segundo llevaba un tubo elástico de un material que no había visto nunca.

Los dos personajes iban cubiertos por capas negras y capuchas que les cubrían la cara.

- ¡DESNUDATE!- Grito uno de ellos.

Por supuesto no lo hice. Pero me fije en que toda mi ropa estaba llena de sangre y yo también, tampoco sabía si era mía o de alguien, pero para mi suerte a parte de los lugares donde me habían golpeado no sentía más dolor.

- ¡TU LO HAS QUERIDO!...

Me respondió la bestia y del tubo que llevaba entre las manos salió un chorro de agua tan potente que termine estampada en la pared sin poder moverme. El agua estaba helada y se dedico a mojarme de arriba abajo. Cuando terminó deje de oír el chorro de agua rodeándome, para acabar oyendo el goteo de las gotas de mi pelo y una risa grutal del hombre que acababa de mojarme.

- ¡VISTETE! ¡Y COME ALGO!, te quiere en perfectas condiciones para torturarte- Dijo el otro personaje.

Me tiró la ropa a la cara, y me dejo la bandeja de comida en el suelo.

- ¡ARREGLAD ESTO!- Volvió a gritar.

Como salidos de la nada un puñado de seres que no levantaban un palmo del suelo estuvieron a los pies de aquel par de barbaros.

- ¡Vístete!- Me chillo de nuevo.

Le hice caso solo por el hecho de que estaba helada por tener toda la ropa mojada. Me desnude de espaldas a todos ellos, procurando que me vieran lo menos posible, y me vestí lo mas rápido que pude. De pronto los diminutos seres se colaron entre los gruesos barrotes y con trapos y escobas limpiaron y secaron el suelo de la celda. Otros dos pusieron un colchón hecho de paja encima de la tabla de madera, que hacia de cama.

Todos los seres se fueron corriendo y desaparecieron tal y como habían venido. Los hombres también se fueron, pero dejaron la antorcha en la pared, debajo de la placa.

Me acerqué a la puerta y cogí algo de comida que devoré sin piedad, aunque pronto deje de comer por el intenso dolor que sentí en la mandíbula.

La ropa que me habían dado eran una camisa y una falda bastante desarrapadas y holgadas para que me costara sujetarlas con las curvas de mi cuerpo, pero estaban limpias. La camisa me dejaba el hombro al descubierto y la falda la tuve que sostener con un nudo, me tumbé encima de la paja y allí me quede durmiendo otra vez.


LA CELDA

Abrí los ojos cuando oí abrirse la puerta de mi celda. Me giré y vi otra figura alta y fuerte, vestida todo de negro y ocultándose el rostro tras una mascara de frio metal.

Se quitó la capucha y pude ver su pelo largo y negro. Asustada intente ir hacia atrás, pero mi limite fue la pared. Se acercó a mí. Desprendía un frio que a mí me calentaba.

Lo siguiente que pude notar fue su fuerza sobre mis manos cogiendo los grilletes de mis muñecas y poniéndolas sobre mi cabeza y terminó colocándose sobre mí, entre mis piernas, con su falso y frio rostro frente al mío.

Comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo y note su excitado y caliente miembro en mi entrepierna. Caí presa de verdad cuando el aliento de sus gemidos rozó mi rostro.

Me excitó, me calentó, mis mejillas se ruborizaron y con los ojos en blanco, solo pude tirar mi cabeza hacia atrás para apoyarla sobre el montón de paja. Paseó la fría mascara por mi cuello y siguió bajando hasta mi pecho. Paró de moverse, soltó las cadenas y me rajó la camisa y la falda dejando mis pechos y mi sexo al descubierto.

Comencé a llorar gimoteando y un par de lágrimas me salieron de los ojos.

- No llores o podre llegar a ser el verdugo de tu tranquilidad.- Una voz grave surgió de detrás de aquella fría mascara.

No pude evitarlo de ninguna manera, estaba asustada, no sabia donde estaba, ni quien era él… y seguí gimoteando. Levantó su brazo y me golpeó tan fuerte que me giro la cara y me dejó medio inconsciente. Me llevé las manos a la mejilla, mientras oía como se desabrochaba el cinturón y se bajaba los pantalones hasta dejar al descubierto su gran miembro.

Me volvió a sujetar las muñecas encima de la cabeza con los grilletes y de nuevo lo volví a notar sobre mí. Con su otra mano, metió su miembro entre mis piernas y volvió a reanudar su excitado movimiento vertical.

De mis ojos no paraban de brotar lágrimas, supongo que de puro miedo, y seguí incomprensiblemente, excitándome mas y mas.

Su aliento en mi rostro, sus gemidos, y su fuerza sobre mi, solo lograba ponerme mas aun y conseguía que me corriera cada vez que notaba como entraba y salía de mi.

Sentía el calor entre mis piernas, su fuerza y su rapidez en el movimiento que se aceleraba igual que su excitación.

Cada vez más rápido, más rápido y más rápido… hasta que paró y junto a su ultimo gemido me la metió para terminar corriéndose, con un chorro de tanta potencia que parecía estar agujereándome. Después de esto se levantó se ató el cinturón y salió de la celda. Al poco tiempo entro una chica gorda y morena que me curo las heridas y me puso un saco muy frio en la cara que consiguió aliviarme un poco el dolor.


LA MÁSCARA

El día siguiente fue parecido, todo el día encerrada…, aparecieron los dos hombres, me lavaron, me cambié, los hombrecillos limpiaron y secaron la estancia, comí, esta vez un poco mejor, y me dormí en la cama de madera de cara a la pared. Al rato noté como algo rozaba mi espalda acariciándola de arriba abajo y cuando me giré vi otra vez a aquel ser, elegantemente vestido de negro y con su mascara impasible, aunque me fijé que le faltaba un cuadradito de la mascara, como si faltara una pieza del puzle. Volvió a follarme aunque esta vez pude disfrutar de todo el placer que me quiso dar, supongo que ya no tenía tanto miedo. Me acarició la cara, los pechos y el sexo, mientras un día la cara en mi pelo. Se quito uno de los guantes, y sus fríos dedos acariciaron nuevamente mi sexo introduciéndolos una y otra vez mientras acariciaba el clítoris suavemente con el pulgar.

Al cabo de un rato sometiéndome al placer, me metió los dedos en la boca para que los humedeciera y volvió a bajar entre mis piernas humedeciéndome el último agujero que le quedaba, e introdujo uno de los dedos con una facilidad que nunca habría podido imaginar, cosa que me hizo volver a gemir, volver a someterme a su voluntad, y volver a tirar mi cabeza hacia atrás con los ojos en blanco. No se cuanto tiempo estuvimos así, no mucho seguramente, y en el ultimo momento consiguió el orgasmo mas intenso que había tenido. Cerré las piernas de puro placer. No podía moverme, solo gemir, y él sin esfuerzo alguno, me dio la vuelta poniéndome boca abajo y se poso encima mía.

Me levantó un poco el bajo vientre y me la introdujo de nuevo.

Seguí sin poder moverme, todavía tenía los efectos del orgasmo, y el siguió penetrándome una y otra vez, dentro y fuera, mientras mis gemidos se prolongaban ininterrumpidamente. Me mantenía la cabeza contra la cama apoyándose en mi nuca, y su incesante y dulce olor seguía penetrándome y sucumbiéndome tan intensamente como lo hacia él. El resto fue suave, incluso no aceleró cuando estuvo a punto de terminar, se volvió a levantar y a irse sin decir nada, dejándome de espaldas a la puerta. Me acurruqué y me dormí.


GUSTO Y OLFATO

Así se sucedieron los días, unos tras otros, todos iguales…, pero en cada uno me hacia disfrutar de una manera diferente. Otros días simplemente estaba enfurecido y me agredía, después siempre venia aquella chica gorda y morena, y me curaba las heridas.

Todos los días al entrar en la celda, me di cuenta que le faltaba un cuadradito de la mascara. Se iban retirando de fuera hacia la parte central de la cara. Uno de los días apareció con la boca descubierta por la mascara y no paró de besar todos los rincones de mi cuerpo. Todos y cada uno de ellos.

Se hundía en mi cuello, me besaba, me lamia, exploraba cada parte de mi saboreándome con los labios y la lengua, y no paró hasta que tuve miles de orgasmos y me estremecía solo con el roce de su piel. Cuando pude volver a reaccionar y vi de nuevo su cara, resplandecía la sonrisa mas bella que había visto en mi vida, con un gesto de satisfacción que la hacía todavía mas bella. No sabia que sonreía cada vez que conseguía eso de mi, y supongo que la empatía me hizo sonreír a mi también. Se borró la sonrisa de su cara y acercó su cara hasta rozar sus fríos labios con los míos, haciéndome estremecer con el frio de todo su cuerpo que se evaporaba un poco mas abajo, entonces abrimos las bocas y me introdujo su cálida lengua tal como hacia con su miembro entre mis piernas. Era lo más gratificante y excitante que me había ofrecido en varios días y lo acepté aunque fuera puro fuego y solo pudiera quemarme.

Otro día apareció con la nariz descubierta y se limitó únicamente a olerme entera, como si fuera un perro. Me olió el cabello el cuello, el pecho, el sexo, las manos, las piernas…

Cuando mas estaba disfrutando del momento, cogió una pequeña daga que guardaba en su bota y me arañó en la muñeca apretando la zona para hacer que la sangre brotara de la herida, la apretó para que saliera mas, y luego la olió mientras miraba como lo observaba con miedo y acercó su boca para poder saborear mi sangre.

Cerro los ojos a modo de placer mientras la saboreaba y yo me moría del dolor.

Cuando terminó, se apartó y salió, dejándome sola y aferrada a mi herida. Al poco rato volvió a aparecer la mujer gorda que me lavó desinfectó y curó la herida. Le hice miles de preguntas, pero solo me contestó dos.

- ¿Cómo te llamas?

- No puedo contestarte a eso además no importa…

- ¿Quién es el?

- ¿Es que no sabes leer? Creo que ya e hablado mas de lo que debería…- y salió de la habitación.

- ¡Pero espera…!¡Dime algo, por favor..!- y con un leve gesto de dedo, para que los guardias no se percataran me señaló la placa ahora siempre iluminada por una antorcha.

La volví a leer, y me llamé tonta unas cuantas veces, por no haberme fijado y haber pensado antes que simplemente era la muñeca de juego del “gran señor y dios Galahad”, mi verdugo torturador, o eso era lo que había pensado alguna vez.


LA TORTURA

A la mañana siguiente me desperté por un escándalo formado fuera de la celda, proveniente de la plaza. Me asomé por la pequeña ventana de mi celda y la luz me cegó un poco antes de poder vislumbrar nada.

Vi que había un montón de gente apiñada alrededor de la tarima con la soga, y unos tipos tocando una marcha con varios tambores redoblantes.

La gente chillaba, berreaba, escupían y maldecían mientras llevaban al condenado a la tarima. Conforme lo subían a la tarima vi que llevaba falda así que supe que era una condenada, era bastante grande u con muchos quilos de mas tenia el pelo moreno, y desde tanta distancia no lo pude distinguir pero parecía la chica que venía siempre a curarme las heridas para que las notara lo mínimo posible.

Un tipo medio calvo leyó la sentencia:

- ¡Ahorcada por traición a su juramento de silencio hacho al rey!- y la gente como loca no paraba de chillar y de acusar a la pobre chica.

“Traidora y bruja” eran dos de las palabras que mas destacaban entre las acusaciones.

Un verdugo la colocó sobre la trampilla, demasiado estrecha para que callera, y le colocó la soga en el cuello.

Los tambores redoblaban, la gente abucheaba mientras se les salían los ojos de las orbitas de la ferviente excitación, y el hombre medio calvo hizo un gesto con la mano al verdugo para que le tapara la cabeza con un saco negro, y otro mas para que pusiera fin a la vida de aquella pobre desgraciada.

El verdugo empujo la palanca que abría la trampilla y la chica calló quedando encajada en ella porque aquel diminuto agujero no iba a permitir que su tortura acabara ahí. Un alarido de dolor por los huesos rotos de su cuerpo, hizo que el chillido de aquella chica recayera entre toda la gente de la plaza, silenciándola por un segundo la y haciéndola chillar al ver que no había muerto.

El verdugo cogió una espada entre sus fornidas manos, los tambores dejaron de redoblar, y fue el momento justo en el que el verdugo cortó la cabeza de la chica, que cayó inmediatamente del cuerpo por la gravedad.

La gente quedó en silencio, observando aquella masacre, que nunca habían llegado a contemplar.

Poco a poco se fue retirando el gentío de la plaza como si fueran una procesión, y el cuerpo descuartizado fue invadido por los cuervos y los buitres que estaban esperando el manjar de su cena.

Oí un ruido detrás de mí y antes de que pudiera girarme Galahad se abalanzó sobre mi estampándome contra la pared, inmovilizándome, cogiéndome las muñecas y aprisionándome las piernas contra las suyas.

- ¿Ves lo que pasa por querer saber?

- ¡Suéltame!

- ¡Nunca! Ahora me perteneces.

- ¡Nilo sueñes!

Intenté librarme de él pero esta vez no me dejo moverme en ningún momento. Me violó con toda la agresividad que pudo tener, me golpeo la cara varias veces, me araño la espalda cuando me puso a cuatro patas, y cuando me puso otra vez boca arriba para seguir ni siquiera me secó las lagrimas como había hecho otras veces.

Terminó, y cuando abrí los ojos para ver aquel maldito rostro me di cuenta de que ya no llevaba mascara solo una fina cinta de gasa negra cubriéndole los ojos.

- ¡No me mires!- Me chilló con el odio mas profundo que emanaba de su grutal voz.

Y volvió a pegarme una y otra vez en la cara hasta dejarme inconsciente y volvió a desaparecer en la oscuridad de mis sombras.


DE LA LUZ A LA OSCURIDAD

Al día siguiente no vino, ni al siguiente, ni en el resto de la semana… Solo aparecían una vez al día aquellos personajillos diminutos a traerme la comida.

Después de tres semanas, sin nada que hacer, sola, en la oscuridad, me empecé a volver loca, empecé a ver sombras que se paseaban fuera y dentro de mi celda, que me observaban, oí susurros que pronunciaban mi nombre, y gemían en mis oídos. Poco a poco deje de comer, de beber y de vivir…hasta que me introduje en una profunda oscuridad dentro de mi mente.


DE LA OSCURIDAD A LA CONFUSIÓN

Un buen día, no se bien cuando porque perdí la noción del tiempo, apareció una luz en la amplitud de mi oscuridad mental, y como un ser divino, apareció él ayudándome a levantarme y acompañándome hacia la luz de donde había provenido.

Cuando la luz me cegó, pude abrir los ojos y vi que todavía seguía en aquel cuchitril lleno de humedad, de espaldas a los barrotes, y oía voces que susurraban “¿Crees que se habrá muerto ya…? No se si podrá aguantar tanto sin comer y sin beber…”¡Calla! Ya sabes lo apreciada que es para él, espero que no te haya oído, sino tu final se cumplirá muy pronto…”.

Eran las únicas voces que había oído hacia mucho tiempo y fue en cierto modo agradable.

Cuando me gire, reconocí aquellas dos figuras negras que siempre me observaban con severidad y cierta curiosidad.

- ¡Bueno veo que aun aguantas! Eso es bueno. Levántate, quiere verte.

Hice lo que me dijo, total y no me importaba nada. Lo había perdido todo…

Me mojaron de arriba abajo, me desnudé, a lo que reaccionaron sorprendidos porque aunque no había comido no había perdido mi forma ni mi peso, y me vestí.

Los diminutos entraron, limpiaron y secaron todo y luego entraron los guardias, desenganchándome las cadenas que me mantenían maniatada y me condujeron fuera de los calabozos. Empecé a subir escalones, por unos pasillos en que apenas cabían los guardias y salimos por una puerta muy gruesa de madera en la que se agolpaba la gente en la plaza de aquel extraño pueblo.

El sol de la mañana me cegó, e intenté ocultar mi rostro tras los dedos de las manos. Lo primero que pude ver fue la horca en el centro de la plaza preparada para una nueva ejecución, el hombre medio calvo sosteniendo un pergamino con la sentencia, el verdugo ordenando las espadas y a toda la gente de aquella extraña fortaleza agolpada alrededor de la tarima y de la puerta por donde acababa de salir.

La gente empezó a chillar… “¡Muerte, muerteee!” y los guardias me cogieron de los brazos, y me empujaron hacia delante, apartando a la gente que quería tocarme o agredirme antes de que me condujeran a la tarima.

Consiguieron llevarme ante esta, y la gente golpeaba los tablones que hacían de suelo. Pude ver que a unos cuantos metros en frente mía había otra tarima alargada donde empezaron a subir a gente. Cinco personas, que cuando conseguí fijarme descubrí que eran mi padre, mi madre y mis tres hermanos…

Gira la mirada hacia el hombre medio calvo y le pregunté casi sin voz.

- ¿Qué es esto?¿que es lo que pretendéis?¿que coño estáis haciendo?¿porque los habéis capturado?¿no tenéis bastante conmigo?

- Es la ultima decisión que van a tomar por ti- me respondió y fue abriendo el pergamino mientras leía…

- ¡Después de haber sido capturados, por ser familiares de una traidora al rey, y torturados hasta obtener toda la información de su posible inculpación, nuestro rey y dios es benevolente y os da dos opciones. La horca y vuestra hija viviría, o el destierro, abandono y ejecución de vuestra hija por haberos traicionado como compañera, amiga, y sobre todo como hija…!

¿Pero que estaba diciendo este loco?¿Que mi familia tenia que ser desterrada para que a mi me ejecutaran allí mismo porque les había traicionado…?¿Como los había traicionado…?¿Que era todo aquello?

Y mientras me entretenía en todas aquellas preguntas sin respuesta el hombre medio clavo terminó de dictaminar su veredicto.

- …así, por todo lo presente, y leído hasta el momento, vuestra respuesta es…

- ¡Destierro! No queremos ser cómplices de su traición – Contestaron todos al unísono.

Mis ojos se fueron abriendo como platos y mi boca, inconscientemente también… vale, pero ¿Qué no querían ser cómplices de mi traición? ¿qué traición?¿estaban locos o que?


VACIO

Todo se juntó en mi mente, no dejándome ver mas que como toda mi familia esa bajada por los guardias y se despedían de mi agitando la mano, como si nos fuéramos a ver al día siguiente, mandándome besos desde la distancia, “Te queremos hija pero sabes que tenemos mucho que hacer aun para morir, que no sufras mucho…” Con los ojos como platos y sin poder cerrar la boca, caí de rodillas sobre las tablas. El hombre medio calvo hizo una mueca de estar divirtiéndose y le hizo un gesto al verdugo, este se acercó por detrás y cuando vio que toda mi familia se había perdido entre el público y yo era incapaz de reaccionar entrelazando sus manos formó un puño con el que me golpeó en la nuca para dejarme inconsciente mientras caía de bruces sobre el suelo de la tarima, y volviendo a entrar en aquella incesante oscuridad de la que acababa de salir.

Deje de oír el ruido del gentío que me rodeaba y me sumí en el absoluto silencio


TACTO

Cuando desperté, por supuesto me dolía muchísimo la cabeza, pero me encontraba en una cama con sabanas de seda roja. Eran suaves y blandas, era un sueño bastante agradable del que no quería despertar. Después de todo, la realidad no era muy agradable, prefería la vida después de la muerte. A un lado de la habitación había una ventana grandísima desde donde se podía ver un paisaje frondoso, lleno de vida, y al fondo unas montañas también verdes y con su cumbre nevada.

Cerré los ojos durante unos segundos para acomodarme en la mullida almohada, y los abrí para cercionarme de que no era otro mísero sueño. Ahí seguía todo. Expiré aliviada y por primera vez en mucho tiempo, sonreí.

Algo acarició mi espalda desnuda, me sobresalté, pero me volví a calmar cuando noté la baja temperatura de su roce, adiviné que se trataba tanto del verdugo de mi tranquilidad, como del ángel que difuminaba mi oscuridad.

- No pensé que nunca pudieras ser tan bella como en la oscuridad y con miedo, pero aun se acentúa más tu belleza con el dorado en tu piel y en tu cabello, cuando el sol te mece y la felicidad te acuna. Te odio, y a la vez te deseo por todo lo que haces que sienta. Quisiera no haberte visto nunca, no conocerte, pero se que si no lo hubiera hecho habría perdido más de lo que he ganado en mi vida….

Se hizo el silencio, y el seguía acariciándome la espalda y haciendo que el vello de mi piel se erizara. Notaba como todo mi cuerpo, desnudo, rozaba aquellas sabanas tan suaves ¿De verdad que no era un sueño?

- Lo siento…- me suplicó, se acercó y me beso en el hombro- Lo siento…- y así siguió hasta que no le quedaron mas partes por besar que no estuvieran cubiertas por la suave sabana de seda- Perdóname por favor, siento haberte tratado así, nunca lo mereciste, has sido la única que ha sido buena y generosa conmigo, me has dado lo que nadie ha sabido, lo siento, lo siento, perdóname por favor.

Su voz era tan dulce como las sabanas que me cubrían, pasó su brazo grande y fuerte por encima del mío y me acurrucó en su pecho.

Le aparté el brazo y me giré enfadada.

- Lo siento, perdóname, por favor te lo suplico, y no es costumbre mía doblegarme ante nadie.

Le di un puñetazo en la cara, le abofetee, le di todas las patadas que pude bajo las sabanas. No se quejó, no mostró dolor, solo paciencia para que yo terminada de desahogarme, y cuando termine me quede jadeando a su lado. Mire su boca que no estaba hinchada. Miré su nariz, por la que solo salió una gota de sangre. Su piel de mármol seguía intacta, y sus ojos todavía estaban cubiertos por aquella gasa negra. La desanudé, y por primera vez en muchos años sus ojos volvieron a abrirse a la luz. Eran negros como la noche pero tenían unos reflejos dorados que cambiaban de posición tan rápidamente que conseguían hipnotizar hasta lo más resistente.

Cogí su cara entre mis manos, cerré los ojos y me acerque para poder apreciar el cautivador olor de su piel, irresistiblemente le besé y su lengua volvió a introducirse en mi boca como una serpiente buscando su presa. A pesar de su fría piel, su lengua ardía y su miembro se hinchaba tanto que notaba los latidos conforme se iba acercando más y mas. Me rodeó el cuerpo con los brazos, me apretó hacia él, consiguió, como siempre, excitarme. Me besaba con los ojos abiertos y solo su color me intimidaba.

Ronroneaba, gemía, y me acariciaba con sus suaves y blancas manos todo el cuerpo. Por debajo de las sabanas, acariciaba mi trasero, lo apretaba, lo abría, antes de que me quisiera dar cuenta había rodeado su cuerpo con mis piernas, y nos movíamos al unísono, haciendo que nuestros cuerpos volvieran a contornearse como habían hecho desde un primer momento.

Su cuerpo entero rozaba mi clítoris rozaba mi clítoris, el no dejaba de besarme apasionadamente, tanto que a veces lo que parecía era que quería comerme en vez de besarme, y yo cada vez estaba más excitada. Quería que me la volviera a meter hasta el fondo…

Como cuando lo hacíamos en aquella maldita celda mohosa.

Le deseaba. Le deseaba solo para mí, aunque hubieran pasado tantas cosas entre nosotros, con tan pocas palabras.

Nuestros cuerpos se habían fusionado dando lugar a una masa indivisible que te agitaba y se contorneaba, siguiendo el ritmo propio del deseo que poco tenia que ver con el deslumbrante paisaje que, fuera de aquella habitación, resplandecía ante la mañana.

Nuestros labios volvieron a juntarse y las lenguas se introdujeron en la boca del oponente buscando un bien muy preciso en su interior.

Notábamos el anhelo del deseo, nos succionaba como un pozo de arenas movedizas.

Y fui incapaz de parar…

Había algo en su figura esbelta que emparadojaba mas el contraste de su oscuro cabello con la lividez de su piel, la delicadeza, y la rudeza de sus facciones, fuertes y afiladas, y las fuerzas de atracción y de repulsión que emanaban las hipnotizadoras ondulaciones que trazaba su cuerpo, y de la hostilidad abierta que caracterizaba su expresión.

Sus cálidos ojos, tan llenos de añoranza como los míos… sus manos suaves y dulces recorriéndome la piel, sus vibrantes gemidos, expulsados por su voz, hacían que las palabras cotidianas fueran poesía… y el modo en que me hervía la sangre cada vez que me rozaba con sus labios…

Sentí que el corazón se me descompasaba de deseo.

Y por fin la sentí dentro de mi, chocando con tanta fuerza como las olas contra los altos acantilados de roca. Una y otra vez, dentro y fuera. Erguida, dura, ruda, y palpitante.

Mi mente se ocultaba tras una niebla espesa y blanca, que ocultaba el resto de mis pensamientos, impidiéndome pensar en algo mas que no fuera el placer de disfrutar.

El sonreía cada vez que me veía gemir y perder la fuerza. Perseguía mis gestos con la mirada…

Consiguió que los orgasmos se sucedieran uno ras otro hasta que el pudo conseguir el suyo. Me sujetó con tanta fuerza que todo el aire salió de mi cuerpo.

El también perdió toda la fuerza enseguida y solo por ello consegui volver a respirar.

Se acurrucó en mi pecho, le rodeé con mis brazos, y seguimos disfrutando del placer del roce, sin mas palabras que unas simples caricias…




Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Es un texto larguisimo. Pero me ha gustado. Se nota que esta escrito por una mujer, es muy descriptivo y muy erotico. Me encanta lo del sufrimiento y el placer, como se compenetra. Un 10. Presentalo
NiNo_OhOnEy ha dicho que…
Vaya asi que comentan los desconocidos sober mis historias.
¡YA ERA HORA!!!!!!!!!!
Bueno muchas gracias, y recomiendo que sigais leyendo mas abajo que hay mas.
Un saludo a todos...
Anónimo ha dicho que…
Aunque ya te lo dije en persona estás mejorando muchísimo, la historia es muy buena, y encima como te conozco, aún me llena más la historia, je, je...

Gracias por llevarme a casa en coche el Sábado, ja, ja... un besete ;-)

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