Si algo tiene que doler que sean los tatuajes…


Te notaba. Te sentía. Cada vez más cerca…
Cuando estaba en aquella silla, de espaldas a ti, te acercabas y te arrimabas hasta casi estar encima mía, mientras con aquellas agujas decidías darme ese dolor placentero…


Solo podía pensar en tirar un poco más hacia atrás y poder notar tu entrepierna más cerca. Tan cerca que acabara encima tuya y poder sentirla entre mis nalgas. Y aun asi solo notaba dolor, que se convertía en placer dentro de mi cabeza de imaginarme la escena.


Notaba tus grandes manos sujetando mi piel y clavándome la agujas, tus fuertes brazos encima de mi espalda, y el calor que emanabas…, o igual lo emanaba yo, no lo diferenciaba muy bien.


Solos en aquella cabina. Solo sonando “The leopard extrawelt remix” de Minilounge y mis neuronas excitadas mandando impulsos eléctricos a todas partes. Y todos mis nervios sintiendo el dolor a la vez mientras imaginaba el placer.


Todo se unía en la base del cerebro, recorría mi columna, e impulsaba corrientes eléctricas por mi espalda provocando  dolor, mucho dolor. Todas las contracturas de la espalda se iban contrayéndose más aún para convertirse en piedra, y al segundo se relajaban demostrando más calor.


Aún no alcanzo a entender como aun así, notaba como salían fluidos de mi entrepierna. Me excitaban esas corrientes. No puedes hablar, no puedes quejarte, pero es algo intimo que solo tu puedes notar. Y comenzaba a sonar “Gelis” de Flako en el disco de Natureboy.
Tenía ganas de empezar a mover las caderas en círculos, como si estuviera en mitad de un polvazo, pero no era así, era mejor. Era el contacto de tu piel con la mía, el calor, pero sin quitarnos toda la ropa, era el papel que jugaba la mente.


Quería seguir moviendo mis caderas hacia tí, pero no podía, porque dejarías entonces una marca en mi piel para siempre, y eso no podía ser.


Te quieres mover, pero no puedes. Te duele, pero no puedes quejarte. Estas muy excitada, pero no puedes tirartelo. Una controversia que me volvía loca. Más aún…


Y así durante horas… ese masoquismo no se si era bueno. De hecho después de meses, aún lo recuerdo como si fuera ayer. Y lo mejor de todo eran los orgasmos finales. Cuando la piel está tan irritada que produces tanto calor que pareces una estufa, cuando cada vez que vuelven a pincharte sientes un dolor más fuerte que la última vez, porque te están acribillando una zona que ya tenias irritada, justo en ese momento venias tu y me tirabas un chorro de agua bien fría, para limpiar la tinta que salía a borbotones de mi piel, y lo arrastrabas todo con papel húmedo… y volvía a correrme de nuevo.


Y te invade cierta vergüenza por saber si él está notando algo de todo esto, y no le dices nada. Pero se te va cuando vuelve a pinchar, doler, odio, dolor, placer, calor, dolor, chorrito de agua fría, limpiar y corrida monumental….

Me encanta... esa sensación, una y mil veces repetida, por eso me tatuo… hasta que no me quede un trozo de piel limpia.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una de poemas eroticofestivos

No cuenta como infierno, si te gusta como quema