Malditos Vampiros

¡Malditos vampiros! Solo pensaban en chupar sangre, y yo solo pensaba en lo mismo que ellos, bueno y sobre todo en convertirme en uno de su especie.

Volverme bella, esbelta, en una figura rubia realzada de pelo ondulado y con una piel tan blanca, dura y fría como el mármol.

Necesitaba que alguno de todos ellos sacara toda la sangre de mi cuerpo de un suave mordisco en el cuello, y luego me dieran de beber de su sangre para que se parara mi mortal corazón y latiera dentro de mí la inmortalidad absoluta.

Una inmortalidad que no seria vencida ni por la enfermedad, ni por las heridas, ni los accidentes en la cocina o en el baño, ni los de la carretera, ni la muerte, ni siquiera el sol… que era tan temido por esta raza durante todos los cuentos creados a lo largo de la historia.

Hace poco he visto una serie sobre vampiros. Una patraña. Vampiros que lo único que los diferenciaba de los humanos eran un par de colmillos postizos y su inmediata carbonización una vez expuestos a los suaves rayos del crepúsculo.

He leído miles de historias sobre los seres fríos, casi todas con muchas cosas en común (sino no pertenecerían al mismo genero) pero aun así ninguna convincente.

Vampiros del siglo XVIII que temen a la luz. Vampiros salvajes escondidos en las frondosidades boscosas siguiendo una dieta “vegetariana” (bueno mas bien seria de sangre selecta, ya que por no romper un pacto con unos hombres lobo, solo comen animales, no humanos). Vampiros que temen los crucifijos por la famosa historia difundida por Bram Stoker “El Conde Drácula”, o los que no los temen, mas bien, les encantan (Entrevista con el vampiro). Vampiros que hacen una vida normal de chavales de 17 años o que encuentran a su eterna pareja y aparentan un matrimonio feliz (y este si que es para la eternidad). Y vampiros que ya no les afecta la luz, simplemente esta se refleja en su blanca piel de tal manera que parecen destellear como diamantes y reflejan de una manera sublime toda su belleza, de ahí que parezca que ardan…

Que bonita es la imaginación.

Y aun así después de toda esta farsa y falsas historias contadas a los niños para que se porten bien, sigo esperando el día en el que se me presente un vampiro para darme la vida eterna en un beso mortal (¿muy cursi?).

Al final en aquel prado verde, cuando estaba ya casi anocheciendo y decidí desabsorberme de mis pensamientos y del libro de fantasía que seguía leyendo, apareció delante de mí aquella figura. Negra como el más negro de los abismos.

No intercambiamos palabra alguna, yo ansiaba la muerte y el venia a dármela, no se si porque era un ladrón y venia a por los 20€ de mi bolsillo, o porque simplemente había oído mis pensamientos.

Miraba a través de la oscuridad que desprendía su cuerpo y veía unos ojos carmesí con reflejos dorados que insinuaban la intención de su ansia.

Se acercaba a mi, lentamente, al acecho. Yo me alejaba, lentamente con el nervio a flor de piel. ¿No quería morir? ¿Qué coño hacia huyendo? Maldito cuerpo humano que puede tomar a veces sus propias decisiones.

Me di la vuelta y salí corriendo a través del bosque. Note el peso de algo que se abalanzaba sobre mi y que me hacia caer debido a mi torpeza, a su fuerza y a que pesaba mucho mas que yo.

Caí de bruces contra la tierra húmeda y antes de que me diera con la boca en el suelo algo me tiro del pelo hacia atrás en un movimiento tan brusco que casi me parte el cuello.

Note mi cabeza sujeta por mi pelo, y el escozor en las palmas de las manos, u como un subito frio marmoreo se acercaba por mi nuca paara conllevarme a dos pinchazos en la yugular para así empezar a notar como la sangre iba huyendo por aquellos diminutos agujeros hechos en la yugular, y que producían un éxtasis inimaginable.

Justo cuando estaba a punto de encontrar el nirvana, quede vacía por completo, no había nada en mi que me importara ya, y entonces mi verdugo decidió parar.

¿Vivir o morir?

Y comencé a notar un mareo que me hacia caer… los parpados se me cerraban debido a su propio peso y el corazón dejaba poco a poco de latir.

Conforme iba perdiendo el sentido físico de la vida, ago se acerco a mi boca, que apenas la sentía, con algo tan dulce que era imposible de comparar, y de rechazar…, un líquido ante el cual todo lo demás parecía nada, y de poseerlo y lo hice.

Lo absorbí con tanta fuerza que creí que ese debía ser el último paso hacia la bella muerte.

Cuando volvía a recuperar la capacidad e abrir los ojos, vi como lo que estaba absorbiendo provenía del brazo de mí, ahora, primera victima, mi verdugo, y me aferraba al brazo con una fuerza sobrehumana para que no terminara aquella dulce sensación. Los oídos se me abrieron de tal manera que escuchaba hasta los bichos que se movían bajo la tierra sobre la que estábamos en el bosque. Mi nariz solo captaba el dulce aroma que recorría su piel y el suave fluir de su sangre, y el tacto… era sorprendente. Miles de sensaciones se repartían por todo mi cuerpo desde el suave cosquilleo producido en las yemas de los dedos como el roce con la ropa que portaba.

Era escalofriante y a la vez excitante.

Una fuerza superior a todo aquello, consiguió separarme, con un mero gesto, de todo aquel auge de sensaciones, y de pronto sentí morir. Morir de verdad.

Disminuían los latidos, se expiraban los pulmones intentando agitar mi respiración y se vaciaban mis arterias quedando sin nada que transportar.

Una sensación de pinchazos enormemente dolorosos se sucedían a lo largo de mi cuerpo para alcanzar mi pecho y estamparlo como las olas a los arrecifes. Sentía un apedreamiento continuo y cuando creía que había acabado aun había más. Me revolvía, me retorcía y me acurrucaba pero el dolor no cesaba hasta que cerré los ojos.

Cuando los abrí parecía haber pasado una eternidad, pero ya no sentía el dolor, solo nuevas sensaciones que me ofrecían mis cinco sentidos.

Lo vivo parecía mas quiero que nunca y lo inamovible parecía cobrar vida.

Sentía una suave brisa en la cara y entonces pude volver a mirar a los ojos a mi fantasía hecha realidad, pero esta vez de una manera diferente…

Ven y te mostrare un nuevo mundo… mi mundo”.

Y así fue como los conocí.

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