EL CONDE Y LA CONDESA Perdonad, divina dama que relaje la etiqueta, mas tengo la tentación de morderos una teta. Caballero ! Como os osais ! respetadme, soy una dama, pero desabrocharos la bragueta que os lustro la banana. Señora disculpad mi osadia si he perdido la postura, mas levantad esa fina falda que os parto la costura. Oh! mi amado caballero admiro vuestra destreza, pero os pido me metais solamente la cabeza. Oh! Señora idolatrada lo lamento, mil perdones, la cosa no tiene remedio os clave hasta los cojones. Os perdono mi caballero y hacedlo con disimulo, eso si, os lo suplico sacadme el dedo del culo. Basta ya señora mia basta ya de meta y ponga, pareced habeis agarrado lindo gusto a la poronga. Seguid, seguid caballero que con este ya van siete, que luego agacho suavemente y me rompeis el ojete. Yo continuare Condesa mientras su gusto lo exija, y os seguire echando polvo hasta que aguante la pija. Bien se, queri
Ahí estoy otra vez. Enamorada de sus ojos de hielo, de la locura en persona. Mientras veo como el resto de su cuerpo, frio como un témpano, se va derritiendo ante mis ojos, con el calor que me produce. Me mira de manera tan profunda que consigue llegar donde una vez hubo un alma. Me mira y consigue que el resto del mundo sea oscuro. Solo éramos una vivida luz en una oscuridad eterna e infinita, y lo demás no importaba. Me tocaba y el hielo de mi cuerpo se transformaba en fuego. Emanaba sudor de todos mis poros, fluían mis líquidos sin apenas darme cuenta, con la idea de que me volviera a acariciar. Subía mi temperatura hasta convertirme en un infierno, pero no cuenta como infierno si te gusta como quema... Las yemas de sus dedos recorrían mi espalda para posarse sobre mi cuello y mi boca, y mi sumisión era la precisa para la postura que él quisiera. Me cogía del pelo, con la otra mano, y ladeaba mi cabeza hacia atrás con firmeza, sin dolor. Era suya. Mis ojos se
Comentarios